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Escrito por Administrator   
domingo, 19 de noviembre de 2006


LUCERITO DEL ALBA

 

Por Manuel Capella ( Hipnólogo, astrólogo y parapsicólogo )

        Contemplar el cielo estrellado, es algo, que conmueve a cualquier persona medianamente sensible, e irrefrenablemente nos invita a soñar y reflexionar. Observando el firmamento, hay que forzosamente dejarse llevar por la imaginación. Así que permítanme que junto al análisis racional y científico entremezclemos dosis de romanticismo y fantasía. Porque no podemos hacerlo de otra forma, cuando hacemos referencia a los misterios del firmamento; cuando miramos hacía ahí arriba, hacía las estrellas.
        Venus es el planeta más cercano a la Tierra. De entre todos los astros que brillan en el firmamento, es él, después del Sol y La Luna, el que resplandece con más intensidad en nuestras noches y en particular en los atardeceres y amaneceres terrestres. Tanto es así que cariñosamente ha recibido el bonito apodo de "El Lucero del Alba". Es un planeta de tamaño muy semejante al nuestro y que rodeado de una espesa capa de nubes siempre ocultó su rostro a los seres humano, ya que ni los telescopios más potentes podían vislumbrar su superficie. Recordemos que su nombre le fue concedido en honor a la diosa del amor de la época grecorromana. Afrodita para los griegos y Venus para los romanos. 
        Pero el planeta de la hermosa diosa del amor, se negaba a desvelar sus encantos. Venus entre vanidosa y seductora, entre mujer y diosa, nos privaba de admirar su belleza, a la vez que nos cautivaba ante el embeleso y embrujo de lo inalcanzable y prohibido. Sólo nos permitía soñar con lo que se pudiera esconder tras esa luz tan hermosa.
        Como astrólogo cuando interpreto una carta natal a cualquier cliente y les hablo del planeta Venus, les explico las cosas que este planeta representa dentro de la Astrología. Contenidos tan sublimes como la belleza, la estética, la poesía, la música, la dulzura, y por supuesto como no, una de las cosas mas bonitas de la vida... el amor. Creo que quedarán muy pocas dudas de la fascinación que Venus siempre despertó tanto a nivel astronómico, como astrológico. Todos pensábamos ilusionados que baja esa capa de nubes, podría existir un mundo repleto de encantadores misterios.
        Pero el ser humano no se conforma con soñar, quiere también saber. Y quiso ver lo que Venus era realmente y al igual que con los demás planetas del Sistema Solar, decidió enviar sondas espaciales que suministrasen información real y científica. Y la ciencia, que no entiende de ensoñaciones, por eso es ciencia y por eso le debemos tanto, nos advirtió de la cruda realidad. Y la Venus celeste no pudo por más tiempo ocultar su misterio y desveló sus secretos y su rostro. Y esto es lo que descubrimos.
        "Venus es un mundo aterrador. Posee una atmósfera 22 veces más densa que la terrestre y compuesta de sólo un 4% de oxígeno, 1,6 de vapor de agua y el resto probablemente de anhídrido carbónico. La temperatura en su superficie es de 480º C., o sea dos veces mayor que la parte más caliente de un horno de cocina normal. Grandes áreas del planeta deben de estar literalmente al rojo vivo. Esta temperatura tan elevada es debido al conocido "efecto invernadero", es decir que el calor entra en el planeta, pero debido a su densa atmósfera, no puede salir de allí. Una atmósfera rica en dióxido de carbono y que es responsable de presiones atmosféricas aterradoras en su superficie. Un hombre que estuviera sobre el planeta, suponiendo que por algún medio pudiera evitar freírse, achicharrarse o asfixiarse, estaría sujeto a la misma fuerte presión que un buceador sin escafandra a la incómoda profundidad de 75 metros bajo el mar. La presión atmosférica es alrededor de 100 veces mayor que en la Tierra. ¡Ah! y desde su superficie nunca puede divisarse una estrella, ya que nuestra vista tan solo alcanzaría unos pocos metros."
        ¡Ay, que desilusión tan tremenda!, nuestro "Lucero del Alba" convertido en un mundo tan horripilante. Es como si nos hubiesen arrancado de cuajo, aquellos sueños de infancia, cuando mirábamos encandilados el cielo, con la esperanza de descubrir un mundo mejor que el nuestro. ¡Que desilusión tan cruel, saber sin margen de error, que nuestro Lucero del Alba, es un lugar repleto de gases irrespirables, piedras llameantes, lava y fuego!. 
        Nosotros que habíamos imaginado a Venus, repleto de hermosos ríos y lagos, frondosos bosques, verdes valles, fantásticos y multicolores jardines con exóticas flores y pintorescos atardeceres. Un paraíso de ensueño donde no debía faltar, en medio de todo ello, una adorable princesa en honor al planeta del amor. Pero no, no existe en Venus tal paraíso. Al igual que tuvimos que convencernos que en Marte nunca hallaríamos ni canales, ni hombrecitos verdes, tampoco en Venus contemplaremos jamás un atardecer, ni una flor.
        No obstante, una lección hemos aprendido de todo esto. Cuidemos nuestro mundo por poco que nos guste, porque no tenemos otra cosa. El efecto invernadero ya ha comenzado también aquí en la Tierra y de momento, como vemos, no tenemos ningún sitio a donde ir allí arriba.
        El ya fallecido Carl Sagan, director y presentador de la inolvidable serie televisiva "Cosmos" fue asesor científico de la Nasa durante mucho tiempo y uno de los investigadores que más datos recogió sobre el planeta Venus. A través de la televisión, él nos mostró facetas asombrosas del Universo y como científico fue admirable  Pero como tal, tampoco entendía mucho de ensoñaciones. Se le preguntó su opinión sobre Venus y su corazón científico y frío respondió. No te perdonaremos Carl, que fueras tan cruel con nuestro "Lucerito del Alba". Porque cuando te sugirieron que comparases a Venus con algo conocido por el hombre, no lo dudaste un instante: "El infierno".
        ¡El planeta del amor, un infierno¡. No podía ser más decepcionante la realidad. Nos cuesta aceptarlo y sin embargo no tenemos otra alternativa. Nosotros admiramos en toda su dimensión a la Ciencia, porque gracias a ella conocemos datos precisos sobre otros lugares del Universo; y esa misma Ciencia nos conducirá, sin duda en este nuevo siglo que comienza, a cotas inimaginables dentro de la investigación espacial y el descubrimiento de nuevas formas de vida. Y sobre todo porque ella no nos engaña. 
        La pena es que su lenguaje sea tan diferente a lo que nos transmite una noche estrellada. Nosotros imaginamos paraísos y poesía y ella nos habla de gases corrosivos y anhídrido carbónico; anhelamos encontrarnos con exóticas civilizaciones y ella nos muestra vacío y soledad; pusimos encanto en nuestra mirada a las estrellas y ella nos describe mundos inhóspitos y sin misterio. A diferencia de las novelas de Julio Verne que anticipó muchas cosas que luego han ocurrido, la Ciencia sesgó por completo cualquier atisbo de realidad de otros relatos como los de H. G. Wells sobre marcianos y los de Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán,  deleitándonos con las bellas aventuras de Carson Napier con la princesa Duare en el planeta Venus

   
             

         ¡Dios mío, qué vacíos y muertos se nos presentan esos mundos que vamos descubriendo!. ¡Que lugares tan desoladores donde habíamos depositado toda nuestra fantasía! ¡Que horror donde habíamos imaginado tanta belleza!. No obstante, nos queda un consuelo y de él nadie nos privará. Porque vamos a seguir permitiéndonos soñar cada vez que observemos el firmamento estrellado, a la vez que nos dejaremos fascinar por su magia y encanto. Y en los amaneceres y atardeceres, cuando paseemos por cualquier lugar y elevemos tan solo un poco nuestra mirada, ahí estará nuestro Lucero del Alba. Hermosa y cautivadora la resplandeciente Venus brillará en el cielo invitándonos a  soñar con nuestra princesa.

Modificado el ( jueves, 14 de diciembre de 2006 )
 
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