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Porque no creo en los OVNIs Imprimir E-Mail
Escrito por Administrator   
domingo, 19 de noviembre de 2006

Por Antonio García Sancho

        La imposibilidad de un viaje en el espacio que cubra enormes distancias no es el único problema que presenta la existencia de las visitas extraterrestres, sino sólo el último de una larga lista. OVNI significa “Objeto Volador No Identificado”. Dicho esto, admito que mentí en el titular: Sí creo en OVNIs. Pero fíjense en que, afirmar lo anterior, supone negar lógicamente que crea en ellos como naves tripuladas por seres inteligentes venidos del exterior del planeta. Si los identificamos como vehículos extraterrestres dejan de ser No Identificados.
     Un OVNI puede ser un fenómeno meteorológico o espacial poco frecuente aún no estudiado por la ciencia. OVNI podría ser Venus, los satélites artificiales, globos sonda, reflejos ópticos, etc. que la ignorancia del testigo o a causa de una percepción distorsionada por la razón que fuere, no han sido reconocidos como tales.
     OVNI no sería, nunca, por el momento, una nave tripulada por seres extraterrestres. Para diferenciar el OVNI (en su acepción estricta) de la nave tripulada por alienígenas, llamaremos a ésta con el término, ya conocido por todos, de VET (Vehículo Extraterrestre Tripulado). Bien: voy a intentar demostrarles que es imposible que nadie, en todo el planeta, haya visto nunca un VET.
     Para hacerlo, se me han de admitir algunas prerrogativas:

     1.- Las leyes de la física, como viene siendo demostrable desde mediados de la década de los años 30 del siglo anterior, rigen de la misma forma en todo el Universo. Nuestra demostración se asienta sobre leyes físicas. Quien crea que puede haber una zona del Universo en la que éstas son distintas no podrá admitir mi razonamiento. Sin embargo, ha de saber que se equivoca en su apreciación y que es mucho más sencillo suponer que no existe tal “región excepcional”. De existir: ¿cuántas “excepciones” habría? ¿Una? ¿Dos? ¿Una por galaxia? ¿Serían iguales esas excepciones entre sí o también disímiles? Lo más sencillo es admitir la universalidad de las leyes físicas. Es el concepto conocido como “navaja de Occam”: lo más sencillo suele ser lo más cierto.
     2.- Se me aceptará que intente demostrar cada aseveración científica que mencione. Si para hecho considerado probado tuviera que exponer los razonamientos que han llevado a tomarlo por tal y rebatir los contrarios necesitaría muchas más páginas que las razonables para un artículo. Sólo la Teoría General de la Relatividad necesitaría una previa explicación de la Geometría Euclidiana, los avances de Newton y los descubrimientos de Copérnico, Galileo y Kepler. Quien quiera ampliar conocimientos y se interese por los fundamentos de las teorías y descubrimientos citados dispone de libros increíblemente mejor escritos y más interesantes que este artículo a los que le remitiré al final del mismo.
     3.- No hemos reflejado en profundidad las operaciones matemáticas que llevan a los datos para facilitar la lectura. El lector deberá creer que hemos procurado ser lo más optimistas posible y siempre favorables a la tesis que afirma que nos visitan los extraterrestres en cuanto a los cálculos realizados; En ningún caso hemos elegido el dato más propicio a nuestra tesis, antes bien, hemos hecho lo contrario. Aún así, como se verá, la tesis final no admite dudas.

     Pongamos que existen formas inteligentes de vida que nos visitan en sus VETs. En primer lugar, el planteamiento más lógico del problema hace que pensemos en una civilización que está más avanzada que la nuestra. Nosotros no podemos viajar en el espacio y ellos sí. Si las leyes de la naturaleza rigen de igual forma para todo el universo, también es lógico admitir que su civilización es más antigua que la nuestra. Dado que en nuestra galaxia la forma de vida más antigua no podría tener muchos más años que la nuestra, hemos de admitir que vienen de galaxias ajenas a la Vía Láctea.
     Obvio responder a los que creen que nuestros Ets vienen de Venus (absolutamente inhabitable) o de las lunas de Júpiter o el subsuelo marciano. El mismo programa de búsqueda de vida extraterrestre del SETI habría captado ya, a estas alturas, sus señales.

     Génesis

     Para que una civilización extraterrestre se desarrolle hasta tal grado han de haberse dado una serie de circunstancias favorables. Ha debido formarse una galaxia y, en ella, una estrella aproximadamente similar a nuestro sol. Tal estrella debe poseer exactamente entre 0,8 y 1,25 veces la masa de nuestro Sol o es científicamente imposible que forme planetas habitables. Anualmente, nuestra galaxia forma entre 16 y 18 de estas estrellas. Para ser optimistas redondearemos a 20. Apenas un 1,5% de todas las estrellas de la galaxia. Teniendo en cuenta que el número de galaxias es de unos 100.000 millones y que ése es también el número de estrellas de la Vía Láctea, esto nos lleva a decir que sólo el 1,5% de todas las estrellas del universo es susceptible de formar un sistema planetario capaz de alimentar vida.
     Sin embargo, ese escaso número relativo es igual a 1500 millones de estrellas. Lo cual no está nada mal. Se me admitirá que, como mucho, esto pudo haberse producido hace algo menos de 10.000 millones de años, cuando se formaron las galaxias más antiguas del universo que no se destruyeron debido a las condiciones del universo de entonces. Cierto es que las primera estrella pudo haber contado con esos 10.000 millones de años de edad, pero su destino no fue originar planetas, sino desaparecer en forma de supernova o gigante roja en medio de la convulsión del cosmos.
     Pongamos, entonces, que la estrella más antigua que pudiera ofrecer condiciones favorables a la vida data de hace 7.000 millones de años (unos 2.000 millones de años más que nuestra galaxia) Después, aunque pudo ser casi inmediatamente, como en el sistema solar, a su alrededor tendrían que haberse formado los planetas y darse el caso de que alguno de ellos estuviera a la distancia perfecta para enfriarse a un ritmo conveniente y originar las primeras moléculas de la vida. Ese proceso es complicado, reduce mucho el número de sistemas “adecuados” y plantea un nuevo enigma: el de la vida.
     El surgimiento de la vida es un tema controvertido aún para la ciencia de hoy. Para muchos la vida es un hecho inevitable si se dan las condiciones mínimas para que ésta surja. En cuanto existe hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, carbono y fósforo, las nucleobases del código genético conocido como ADN no sólo pueden, sino que formarán sin duda ninguna, atraídas unas a otras por sus condiciones químicas, las cuatro letras de la vida: las moléculas de Adenina, Citosina, Guanina y Tiamina que se combinarán en el ADN. El siguiente paso, también inevitable, es que comiencen a sintetizar proteínas. En nuestro planeta, las proteínas sólo fabrican unos 20 ácidos amínicos de todos los posibles. De hecho, las cadenas polipeptídicas (formadas por proteínas) teóricamente posibles nacidas de los 20 ácidos amínicos son más de 10 elevado a 130, pero sólo se dan 100.000 proteínas diferentes.
     De esta forma, la vida podría reorganizarse de forma diferente en otros planetas pero, según la hipótesis optimista, no tendría más remedio que hacerlo de alguna manera. Para los solipsistas, la vida es una casualidad. No basta con que se den las reacciones químicas y condiciones climatológicas y energéticas necesarias para que ésta surja. Además, surgirá sólo en un número azaroso de ocasiones y no en todas. Así pues, mientras que los optimistas afirman que en cuanto tengamos un solo planeta en condiciones muy próximas a las de la Tierra, a la distancia adecuada del sol, con la edad suficiente y la temperatura justa surgirá la vida en todos los casos, el solipsista dirá que no surgirá en un 90% de los casos. Pensemos como un optimista y creamos en la inevitabilidad de la vida.
     Aunque encontremos un planeta de esas características y cuente con 2.000 millones de años más de vida que la Tierra, aún no estamos seguros de otra cosa: ¿surgirá la inteligencia? De nuevo no hay acuerdo entre los científicos. Desconocemos la forma en que surge la inteligencia y por qué se produjo sólo en una especie o dos de todas las existentes (al menos con el grado necesario para asegurar la supervivencia de la misma). De hecho, de la multitud de especies animales que habitan la Tierra, sólo el hombre la posee en ese grado a mucha distancia de las especies que le siguen (orangután, chimpancé...). Tampoco sabemos (hay teorías y argumentos para todos los gustos) si nace siguiendo a la fisiognomía o produce y fuerza los cambios físicos. En cualquier caso, diversos fenómenos parecen apuntalar la tesis de que, alcanzado un cierto grado de diversidad, la aparición de la inteligencia es inevitable. A ese conjunto de fenómenos se les denomina “convergencia”. La teoría de la convergencia afirma que la inteligencia aparecerá siempre. Como nos hemos propuesto ser optimistas, aceptamos tal teoría y la hacemos nuestra. Por último, la inteligencia solo no es suficiente. El Homo Sapiens era inteligente, pero también el Cro-Magnon y el Neandertal. ¿Cuál es la diferencia con el actual Homo Sapiens Sapiens? La civilización. La inteligencia necesita cuajar en un desarrollo técnico suficiente, lo cual no sucede siempre que aparece una especie inteligente, como nuestra propia historia nos enseña. A estas alturas, el número de planetas que reúnen todas esas condiciones debe ser bastante menor del que partimos en origen.

     La Ecuación del Dr. Drake

     Existe una bien conocida ecuación de Frank Drake, hoy presidente del SETI Institute, que nos podría indicar el número probable de civilizaciones extraterrestres con inteligencia suficiente para comunicarse con nosotros en nuestra galaxia. Esta ecuación es la siguiente:

N = E x fp x fb x fM x fd x fv x fi x fc x tc

     En la cual “N” = Número de civilizaciones capaces de comunicarse. Es el número de civilizaciones cuyas emisiones de radio son detectables. “E” es la tasa de formación de estrellas nuevas que se genera en la galaxia cada año. Ha sido calculada en 20; “fp” es la frecuencia de los sistemas planetarios que se forman en estas estrellas. Dado que la mitad de ellas son sistemas dobles y que sólo las estrellas solitarias son susceptibles de formar sistemas de planetas, poniéndonos en el mejor de los casos obtendríamos el valor de fp = ½; fb es la tasa de estrellas “adecuadas” ya que no todas las anteriores lo son. Se ha encontrado un valor de 0,01. Debido a la diferencia de masa inicial de la nube de gas que forma el sol del sistema, muchos sistemas planetarios no podrán albergar nunca un planeta similar a la Tierra. De hecho, solo una estrella de cada 100 es similar a nuestro Sol. El elemento “fM” habla de la frecuencia de aparición de planetas con “masa planetaria” adecuada. En otras palabras: el sistema planetario no sólo debe ser capaz de formar un planeta similar a la Tierra sino que ha de haberlo formado efectivamente. Es calculado como 1/3 del total. El elemento “fd” nos habla de la frecuencia con la que tales planetas están situados a una distancia adecuada respecto de su Sol y, la dificultad, implica que se estime en un 0,04; fv es la fracción de estos planetas donde se desarrolla vida y, dado que parecen cumplir todos los requisitos anteriores, lo más probable es que aparezca en todos, por lo que su valor es de 1; fi es la frecuencia de aparición de planetas donde la vida haya llegado a desarrollar inteligencia, que estimamos en 1 gracias al fenómeno de la convergencia; fc es la fracción de planetas donde la inteligencia ha permitido desarrollar una tecnología. Su valor es de 1/3. Finalmente, tc representa a la antigüedad que tendría esa civilización: el tiempo que haya pasado desarrollándose.
     Podríamos llamar “p” al producto de los factores que van desde E hasta fc. El valor p sería, entonces, el número de planetas con vida inteligente que ha desarrollado una civilización suficientemente avanzada. O, lo que es igual:

N = p x tc

     Con todos esos requisitos, la hipótesis más optimista implica que el producto de todos los valores ofrece la nada desdeñable cifra de 0,0005 planetas en nuestra galaxia. Para que la Tierra nazca (N =1) el tiempo transcurrido desde el origen de la civilización debe ser igual a 2.000 años. Eso nos indica que el cálculo es sumamente optimista, ya que el estado actual de nuestra civilización ha necesitado de 5.000 años desde que surgió nuestra especie. Podríamos, por tanto, reducir a la mitad el valor de p para ser más realistas. Seamos generosos, sin embargo, y digamos que hay unos 0,0003 planetas habitables y civilizados por galaxia. El cálculo es extrapolable a cualquier otra galaxia similar a la nuestra. Incluso de media es bastante aceptable, pues deben existir tantas galaxias mayores como menores en el universo.
     En definitiva, las posibilidades de que existan planetas con seres inteligentes que hayan desarrollado una civilización tecnológica es de 3 cada 10.000 galaxias o 1 cada 3.333 galaxias. Unos 30 millones de planetas posibles. Por tanto, afirmamos ya que tenemos que estar de acuerdo con quienes piensan que no estamos solos en el universo. Efectivamente, hay 30 millones de posibilidades de que no sea así. Seguro que, en algún lugar del cosmos, hay vida inteligente.

     Suma de absurdos

     Pero, una vez aquí, se ha de considerar otro problema. Dado que la primera galaxia que hemos considerado como adecuada nació hace unos 7.000 millones de años, cada civilización pudo nacer con 234 millones de años de diferencia. Es decir: el planeta que albergó vida inmediatamente antes de que tal hecho se produjera en la tierra pudo haberla visto nacer unos 4 millones de años antes de que en la Tierra caminasen los dinosaurios. ¿Cuántas de las civilizaciones más antiguas habrán sobrevivido? Podemos asegurar que muy pocas. La más antigua de ellas, la que naciera de una estrella creada hace 7.000 millones de años, nos llevaría 2.000 años de ventaja si hubiera sobrevivido, pero de algo podríamos estar seguros: si hoy están visitándonos, no podrán regresar a su planeta, porque su Sol se habrá extinguido para entonces. Incluso podríamos preguntarnos si no sería esa la causa que les empujó a marcharse.
     Imaginemos, pues, que aunque sea sólo una de esos 30 millones de civilizaciones ha vencido el desafío de un cosmos agitado y violento. Ha conseguido sobrevivir a estallidos de meteoritos que harían desaparecer miles de especies como sucediera en la Tierra hace 65 millones de años. Ha conseguido controlar la natalidad de forma que la superpoblación no condujese al desastre. Ha vencido los avatares del clima, las glaciaciones y la carestía energética. Imaginemos, incluso, que nació en los albores de la diversidad de especies de su planeta, junto a los grandes saurios extraterrestres que les tocase sufrir. Imaginemos, incluso, que esa antiquísima civilización ha conseguido un desarrollo técnico increíble y logra hacer viajes intergalácticos. E imaginemos que es la más antigua de todas, la que nos aventaja en 2000 millones de años de civilización. Concedamos, por último, que no se ha autodestruido de las mil maneras imaginables. Volvamos a ser optimistas e imaginemos que estos seres han superado todos los obstáculos posibles y han enviado una nave hacia el planeta Tierra.
     Para hacerlo, sus naves han de superar la velocidad crítica de 160.000 Km./h., que les posibilitará vencer la atracción gravitatoria de la galaxia. Puesto que la velocidad de la luz es inalcanzable, tienen que viajar a una velocidad intermedia entre los 300.000 Km./s de ésta y los 160.000 Km./h. Mencionados. Tampoco pueden alcanzar siquiera la mitad de la velocidad de la luz en su viaje. La presión y el alargamiento de su cohete les destrozaría (hemos imaginado unas condiciones de cuerpo físico similar a las nuestras). Imaginemos más. Imaginemos que incluso viajan a la friolera de 500.000 Km./h., que es la velocidad con la que se nos acerca la galaxia de Andrómeda, situada a 2,2 años luz de la nuestra.
     El viaje sería imposible. Tardarían 3.000 millones de años en llegar hasta nosotros desde Andrómeda a esa velocidad (justo el tiempo en que tardarán en chocar esas dos galaxias) Eso supondría que han partido de su planeta, si llegasen hoy, cuando su planeta contase con 4.000 millones de años. Pero, como hemos supuesto una civilización tan antigua, resulta que no vienen desde Andrómeda, sino desde mucho más lejos, de unos 6.000 años luz de distancia como mínimo. Eso haría imposible el viaje: tendrían que haber partido casi antes de nacer.
     Un viaje desde esa distancia, viajando a la velocidad de la luz, haría que tardasen 6.000 años en llegar (y alguno más en volver debido a la expansión del universo). Podríamos preguntarnos qué organismo similar al nuestro (cuya programación celular incluye la orden de desgastarse) sería tan longevo (ni siquiera dentro de 2.000 millones de años).
     También podríamos preguntarnos qué astronauta o científico estaría tan interesado en realizar ese viaje. Si fuéramos los tripulantes de esa nave, sabríamos que nuestro Sol se habría extinguido al regreso. De hecho, lo más lógico es pensar que no habría interés en regresar y que tales naves fueran ciudades estelares. Pero entonces ¿por qué partieron? Una posibilidad es el afán colonizador o científico y otra posibilidad la muerte de su sistema solar y la supervivencia. El segundo es imposible: su Sol aún no ha muerto y no hay motivo para que huyan. Si comienza a declinar habrían partido hace unos pocos cientos de años y, por tanto, aún no habrían llegado.
     La otra posibilidad es igualmente absurda. En una distancia de 6.000 años luz es evidente que hay demasiadas cosas por explorar y planetas por conquistar, de forma que no habrían llegado aún a la tierra. Hubieran comenzado por su galaxia, lo que les hubiera llevado 300 millones de años. Después saltarían a la siguiente, etc. Además, ninguno de los tripulantes originales sobrevivirá, y sus descendientes pueden querer cambiar los planes. Tampoco habrá ningún científico al regreso para celebrar los descubrimientos de la tripulación de la nave.
     Hay otro problema añadido: ¿Por qué van a venir aquí? No quiero decir que no seamos interesantes. Lo que quiero decir es que es absurdo pensar que una civilización tan inteligente no repare en el hecho de que convendría enviar primero una sonda, luego otra, luego explorar el sistema planetario, etc. Vamos, lo que estamos haciendo nosotros con la Luna o Marte. De otra manera, ni siquiera sabrían que se dirigen hacia un planeta habitado. ¡No nos conocerían! ¡Sería una sorpresa! ¿Qué interés puede tener Vd. o nadie en mandar una nave tripulada a un rincón desconocido y lejanísimo del universo donde no sabe siquiera si hay una estrella?. Cada misión de exploración multiplicaría, a su vez, el tiempo de llegada de los vuelos tripulados por dos (el tiempo de llegada de la sonda y el de regreso). Y si su interés es descubrir vida, estando tan lejanos se habrían entretenido miles de años en explorar primero su galaxia y luego las más cercanas en lugar de venir directos hacia aquí.
     Termino ya con los argumentos: Nuestra civilización traza proyectos como mucho a 30 años vista. El lanzamiento de una sonda o satélite espacial es un buen ejemplo. Pero ya no trazamos los proyectos a 200 años vista como se tardó en construir la catedral de Nôtre-Dame de París o las pirámides. Nuestras metas son más discretas porque, cuanto más progresamos, parece que queremos ver antes los resultados. Unos alienígenas tan evolucionados, es lógico suponer que no harían proyectos a miles de años de plazo.
     ¡Ah! Alguien podría replicarme que estos señores podrían viajar más deprisa usando “agujeros de gusano”. Lamento informarles de que, además de que el hecho de que sean atajos es sólo una teoría. Nadie sabe dónde están (de nuevo volvemos a la necesidad de que tendrían que haber venido antes para cartografiarlos) y yo no me adentraría en uno por lo que pudiera pasar. Pero, además, resulta que esta región del universo en a que estamos es casi tan plana que la geometría de Euclides podría servirnos en el espacio. En otras palabras, el atajo apenas sí nos resolvería un par de años de viaje.
     Finalmente, si vamos reduciendo la distancia a la que estaría la civilización extraterrestre de nuestro sistema solar también tendríamos que reducir el tiempo de vida de su civilización, por lo que sería dudoso que lograsen a tener una tecnología suficiente como para el viaje intergaláctico.

     No. No creo que a los extraterrestres (que existen, casi sin duda), les haya dado tiempo ha venir a vernos. No es que no quieran ellos, o yo. Es que no han tenido tiempo suficiente. Como tampoco lo han tenido para mandar a naves tripuladas por robots, aunque éstos tal vez fueran más longevos. Ni tiempo para venir y plantar una puerta cuántica que luego los fuera trayendo por teletrasportación a lo Star-Trek (Pero, en ese caso, ¿para qué querrían las naves? ¿no decimos que vienen a través de espacios cuánticos?).
     Estoy abierto a otras posibilidades: comunicación telepática con contactados, intentos de comunicación de los alien por radiofrecuencias, etc. pero, para todo eso (dudoso, por otra parte), no hacen falta VETs.
     Y ahora, es el momento de regresar al principio. Si los OVNIs no son VETs. ¿Qué otra cosa pueden ser?

BIBLIOGRAFÍA


GAMOW, George: La Creación del Universo, 1952; DAWKINS, Richard: El Relojero Ciego, 1986; GRIBBIN, John: Génesis. Los orígenes del hombre y del Universo, 1981; SCHTZMAN, Evry: Los niños de Urania. En busca de civilizaciones extraterrestres, 1986; NEWMAN, W.I. and SAGAN, Carl: “Galactic civilizations: population dynamics and interstellar diffussion”, Icarus, 46, 1981; TIPLER, F.J.: “Extraterrestial intelligent beings do not exist”, Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society, vol. 21, 1980

Modificado el ( jueves, 14 de diciembre de 2006 )
 
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