Por: José Ignacio Latorre ( Coordinador SEIP Rioja - Psicólogo Clínico, Parapsicólogo e Hipnólogo )
Yolanda Vellisca (Colaboradora del S.E.I.P.) Desde tiempos inmemoriales, la creencia en espíritus, guías y ángeles de la guarda ha formado parte de nuestra existencia. Son seres especiales cuya misión es protegernos de situaciones que podrían producirnos algún tipo de daño o malestar.
Existen muchas y muy diversas culturas con ideologías animistas. Una de éstas es la de los cazadores esquimales, que creen necesario ir acompañados por los llamados “Espíritus Ayudantes”. A ellos atribuyen el éxito en la caza y la protección durante los largos viajes sobre el hielo, así como frente a la amenaza de las tormentas y las noches que duran meses.
La verdad es que no tenemos que irnos tan lejos. En el catolicismo encontramos muestras claras de dichas creencias. Los ángeles de la guarda y los santos que nos protegen, y a los cuales podemos hacer partícipes de nuestros anhelos, son un claro exponente de las mismas.
Seguro que podríamos seguir hablando indefinidamente de las diferentes culturas que existen en nuestro planeta, pero éste no es el tema. La cuestión realmente trascendental es si dichos seres existen realmente y habitan entre nosotros sin que seamos conscientes de ello, o si todo es producto de la cultura y la imaginación.
A continuación relataremos dos experiencias, que nos han parecido interesantes. Les invitamos a reflexionar con nosotros.
Corría el verano de 1999 en un pequeño pueblo de La Rioja (que la protagonista prefiere que no nombremos). Allí vive una joven llamada Josune, casada y con dos hijos de 5 y 6 años. Su situación en aquellos momentos era bastante delicada. Se hallaba en pleno proceso de separación de su marido por causa de los malos tratos que había sufrido cuando convivía con él.
El momento por el que Josune estaba pasando no era nada fácil. En diversas ocasiones tuvo que enfrentarse a su marido y a la abogada de éste debido a las calumnias de las que era objeto por parte de ambos, lo cual hacía que su situación fuera aún peor, si cabe, de lo que ya lo era antes de haber iniciado la separación.
Todas estas circunstancias le produjeron un fuerte estrés, que se reflejó en la pérdida de doce kilos, de los cincuenta y cuatro que solía pesar, en un período aproximado de dos meses.
Josune nos cuenta cómo una noche de invierno, mientras dormía, sintió un pequeño tirón en la sábana y luego otro más fuerte en la manta. En ese momento despertó y lo primero que hizo fue encender la luz de la lámpara, incorporarse un poco y dirigir su mirada hacia la puerta. Lo que descubrieron sus atónitos ojos fue la imagen nítida de un hombre, de unos sesenta años, vestido con algo parecido a una sotana y un sombrero negro. Tal como vino, desapareció.
Su primera reacción fue levantarse, abrir la nevera y coger algo de comida. De pronto, su miedo fue tan intenso que lo único que se le ocurrió hacer fue dejar de comer e ir a la cama, esconder la cabeza debajo de las sábanas y tratar de volver a dormirse.
Al día siguiente Josune se levantó con normalidad y se fue al trabajo pensando: “no quiero recordar lo que ha pasado. Sólo quiero pensar que fue un mal sueño”. Pero lo que ella no se esperaba es que pronto iba a sucederle exactamente lo mismo que le había pasado aquella noche. Estas son sus propias palabras:
"Eran las dos de la madrugada y la verdad es que ese día estaba agotada y había llegado tarde de trabajar. Cuando fui a acostarme me quedé dormida enseguida. No me esperaba que otra vez me fueran a estirar de la manta. Esta vez desperté enseguida y lo primero que hice fue mirar al mismo sitio de la otra vez, y allí volví a encontrarme, casi de frente, con la misma imagen de aquel hombre de apariencia seria y mirada profunda. Lo mismo que la otra vez, me levanté y me dirigí a la cocina a comer algo, una vez hube comido de forma tranquila, me fui a mi cama, sólo que esta vez con una sensación distinta a la de la otra noche. ¿Cómo explicarme? Lo que sentía era como una sensación de paz, de alegría sin saber por qué, pero ya no he vuelto a verlo más".
De alguna manera, las creencias de Josune, la habían llevado a la conclusión de que aquella imagen era la de una especie de guía que, de alguna manera, trataba de infundirle un estado de serenidad, que en aquel período de su vida necesitaba especialmente. Ella cree que si se levantó a comer después de aquellas dos experiencias fue porque eso era lo que su cuerpo necesitaba. La situación por la que estaba pasando hacía que se preocupara por todo menos por ella misma, y esta aparición produjo que su atención se dirigiera hacia lo que estaba empezando a constituir un problema real: su pérdida de peso.
La segunda de las experiencias que queremos relatar tiene la misma protagonista, pero las circunstancias fueron bien distintas.
El año siguiente, Josune estaba viviendo con su hermano Francisco y con la novia de éste, Lorena. Josune ya había empezado a descubrir que tenía capacidades de percepción extrasensorial.
Una noche, mientras dormía, algo le ocurrió que hizo que se despertara sobresaltada cuando todo estaba aparentemente tranquilo. Mientras Josune nos relataba los hechos, en su cara se dibujaba la expresión del miedo que durante aquellos días vivió tan intensamente.
Ella cuenta cómo aquella noche sintió al despertarse una sensación de malestar, de sufrimiento, que no podía descifrar con exactitud y mucho menos explicar. Lo único que creía saber era que algo malo iba a suceder. Esa misma noche, sin saber por qué, Josune se dirigió al cuarto de Lorena. Una vez dentro, al dirigir su mirada hacia donde ella se hallaba acostada, observó cómo una nube grisácea envolvía su cuerpo.
A partir de ese día, los “sobresaltos” que hacían despertar a Josune durante la noche no dejaron de sucederse durante las tres semanas siguientes, repitiéndose en cada ocasión las mismas sensaciones desagradables que tuvo la primera vez, siempre a la misma hora de la noche (alrededor de las tres de la madrugada). Ella tenía la seguridad de que todo esto algún día tendría que terminar y así fue, pero de la peor manera que podría haber imaginado.
Un frío sábado de febrero, Lorena y su novio Francisco decidieron ir de viaje a Bilbao para repartir unas invitaciones a sus familiares, ya que iban a casarse tres meses después. Ese mismo día, Josune fue a despedirse de su hermano y de su novia pero, justo antes de marcharse, le dijo a Lorena que fuera al médico, ya que le había parecido "ver" algo que emanaba de su estomago, algo chispeante y alargado. Esta era la forma en la que nuestra protagonista “percibía” cómo algunas partes del cuerpo estaban enfermas. Ya le había sucedido en otras ocasiones y Lorena lo sabía. De hecho, ella le contestó que ya había pensado ir, porque llevaba varios días con molestias.
La madrugada del 20 de febrero del 2.000, concretamente a las tres de la madrugada, Josune recibió una llamada de la
policía, comunicándole el accidente que habían sufrido su hermano y la que iba a ser su cuñada. Asustada preguntó a uno
de los policías por su estado. La respuesta fue precisamente la que no querría haber escuchado: estaban ingresados y su
pronóstico era grave.
Tras unos pocos minutos, los justos para poder prepararse y salir hacia el hospital, Josune tuvo una experiencia que no olvidará jamás. Ella nos lo describe con sus propias palabras: “Me disponía a entrar en la habitación de Lorena para coger algo de ropa y al abrir la puerta vi cómo una imagen de forma humana y transparente, compuesta de innumerables luces que dibujaban la silueta de una mujer de largos cabellos, atravesaba la puerta de la habitación a una velocidad increíble, que me dejó anonadada y sin aliento. ¡Dios! ¡Aquella imagen no la olvidaré nunca!”
Al llegar al hospital Lorena ya había fallecido y su hermano continuaba en estado grave.
Al relato de la protagonista, se suman varias psicofonías recogidas en el lugar en el que Lorena acostumbraba a pasar la mayor parte del día: su habitación. En dos de estas psicofonías se oye una voz de mujer que dice claramente “Lorena”.
Ahora, si lo desean, pueden especular con nosotros. ¿Qué fue lo que vio Josune realmente la noche del accidente? ¿Fue un espíritu? ¿Tuvo una alucinación? ¿Fue una forma de clarividencia? ¿Qué fue lo que estuvo "percibiendo" durante las tres semanas anteriores? ¿La aparición de la que fue testigo Josune era realmente un guía cuya misión era provocar de alguna forma que su apetito aumentase y así evitar que enfermara?
La explicación más "razonable" sería que la tensión vivida, el estrés y los kilos perdidos en tan poco tiempo, podían haber provocado que alucinase este episodio. Las alucinaciones durante estados próximos al sueño son perfectamente normales, no indican patología alguna y son más habituales de lo que podría parecer en un principio. Ésa es la explicación más razonable. Ahora bien, el que sea más razonable no significa necesariamente que sea cierta.
El hecho irrefutable es que estas experiencias tienen lugar, y esto lleva siendo así probablemente desde que el hombre es hombre. Ahora bien, calificando estos sucesos de "fenómenos paranormales", "alucinaciones hipnopómpicas e hipnagógicas", "percepciones extrasensoriales", etc., ¿conseguimos comprenderlos y explicarlos? ¿No estaremos revistiendo de un halo de cientificismo algo que no comprendemos y que tiene una existencia real? ¿Existen realmente los fantasmas, los guías espirituales, los ángeles de la guarda y los seres "astrales"?
Nuestra experiencia nos ha hecho ver que el fenómeno en sí es real, pero la interpretación que damos a estos sucesos depende de la cultura que nos impregna y de las experiencias particulares que hayamos podido vivir. ¿Cuál de las interpretaciones será la correcta?
Elíjala usted mismo.