María, Bélmez y Las Caras
Escrito por Administrator   
domingo, 19 de noviembre de 2006

“ MARÍA, BÉLMEZ Y LAS CARAS ”


  

 

 

 

 Por: Pedro Fernández Marín  ( Coordinador Murcia )
              

 

15 de abril de 2002.

 

 

 

            Son las 11 de la noche. Sentado frente al ordenador, mi cabeza recupera imágenes y sensaciones que jamás había experimentado. Apenas he conseguido conciliar el sueño y en este momento no puedo hacer otra cosa que expresar lo que traigo de la más misteriosa y acogedora casa que haya existido dentro de nuestras fronteras. Quizá esta última visita ha abierto mis ojos.

 

 

 

Así sucedió:

 

 

 

 Sábado, 13 de abril: 12:30 del mediodía. Pedro Amorós, Claudio Caballero y quien escribe nos dirigimos hacia Jaén. Hemos tomado el recorrido que nos llevará de nuevo a la casa de María, María “la de las caras”. Recorridos unos cuantos kilómetros entramos en Bélmez de la Moraleda. En el desvío que nos introduce al pueblo hemos visualizado un cartel informativo que dice  (como si de un indicador de Ayuntamiento, Centro Cultural, etc, se tratara) CARAS DE BÉLMEZ. Creímos por un momento que el ayuntamiento de Bélmez había decidido reconocer de una vez por todas la importancia de este fenómeno pero pronto nos dimos cuenta que todo seguía como en un principio. Esta indicación era tan sólo un reclamo turístico pues quienes han dirigido y dirigen el pueblo poco han aportado a la investigación, a la casa y la propia María si no es a cambio de nada..

 

           

        Estamos en la calle Real, conocida como la cuesta de las caras, el número 5 señala el inmueble más visitado de toda España. Pedro ha entreabierto la puerta susurrando un “¡se puede, María!”. Y allí estaba ella. Tras el cristal de la puerta de su cocina observamos el rostro de una persona castigada ya por la edad y por la mala fortuna derivada de una vida que no ha sido fácil de llevar. María ya conoce nuestra sociedad de investigación, pues esta ha realizado numerosas visitas para aportar experimentaciones en torno al  fenómeno supuestamente teleplástico. No solo nos observa ella, las caras también parecen estar interesadas con nuestra inesperada visita. Ya han pasado 83 años desde que María viniera al mundo tal día como un 5 de enero de 1919. A pesar de ello, y estando físicamente delicada, su cabeza está mucho más que al día.  En esta ocasión la sensación era extraña, una inquietante atracción hacia aquella mujer estaba cubriendo la necesidad de explorar los misteriosos rostros del suelo, sus cambios, sus evoluciones. Lo que en principio parecía una conversación monótona  pronto se convirtió en la mejor caricia sonora que nunca antes habían sufrido  mis oídos. Tan fuerte era mi necesidad de escucharla como la que ella tenía de conversar. Me daba la impresión que María estaba falta de diálogo propio de una persona de su edad, pues desde aquel ya mítico 23 de agosto del 71 todos y cuantos hemos pasado por el inmueble sentíamos un especial interés por las imágenes que desde el suelo brotan como setas silvestres no siendo conscientes del verdadero tesoro que se enclava en el número 5 de la antigua Rodríguez Acosta. Yo la observaba  y escuchaba la voz de la experiencia personificada, mientras, mi mente recreaba toda la historia que hasta hoy se ha difundido sobre la espectacularidad del fenómeno. Fue entonces cuando desde lo más profundo de mi corazón desee llevarme el mejor recuerdo de Bélmez (pensando quizás en un final no muy lejano): una imagen inmortalizada junto a María. De repente noté un cierto halago por su parte y extrañeza de ver que lo que yo quería no era lo que muchos le han demostrado querer con el paso de todos estos años: tener una imagen  junto a una de las cientos de caras aparecidas en la superficie. Su sonrisa se mostraba a través de sus labios cansados de tanta explicación y por un momento retomaron la forma de una joven encantadora, su mirada expresaba emoción y, mientras nos tomábamos la instantánea, exclamaba sonriente “¡su mujer se va a poner celosa!”.

 

 

            Desarrollamos una conversación que ojalá nunca hubiera acabado. Subida en la máquina del tiempo recordaba a sus 10 hermanos, a sus padres, a sus hijos y a sus nietos a los que adora por su inocencia. Seguidamente retomó el instante en el que una cara extraña tomó forma en su cocina y cómo aquel rostro cambió su vida y la de los suyos. “Tiempos difíciles...”- exclamó mientras recreaba  las imágenes en las que la Guardia Civil y la Policía entraron a su casa para detenerla por orden del caudillo Francisco Franco en septiembre de 1971. “Yo creía que la enfermedad que entonces tenía me estaba provocando alucinaciones hasta que los vecinos confirmaron que lo que había en el suelo de la cocina no era sino la cara de una persona”.  Desde aquel mismo instante el hogar de los Pereira se convirtió en el centro de peregrinación más importante del país “aquí han llegado a venir un Domingo cualquiera más de 20.000 personas”, comentaba con un gesto nostálgico mientras añadía, “hoy tan sólo han venido dos niñas y ustedes”.

 

 

            María está preocupada. La casa que había pasado desapercibida como otra cualquiera tuvo que abrir sus puertas para que los visitantes admiraran el prodigio único en el mundo. Cada mañana se levantaba sabiendo el día de visitas que le esperaba, una atención constante para los presentes, una explicación a cada pregunta, miles, millones de preguntas, todo ello combinado con la presencia de la flor y nata de la investigación científica y paranormal a la que también tubo que aguantar,  las cámaras de todo el mundo, las revistas,  los diarios...Los días eran agotadores pero al mismo tiempo reconstituyentes. María acepta hoy con ciertos matices que sus caras ya no despiertan el interés de antes “en la tele dicen que las caras están desapareciendo pero no es cierto. ¡Qué sabrán ellos de las caras! Sólo yo que paso aquí las horas de mi vida sé que las caras se van, vienen, se mueven y tienen vida. ¡Mira, Pedro, mira donde está saliendo una nueva¡” .

Es cierto. Las caras han perdido  intensidad pero durante nuestra visita descubrimos que María tenía razón: hay rostros nuevos que están en fase de formación aunque su potencia no es la misma que reflejaban los primeros. María tampoco tiene la potencia física ni anímica que hace 31 años.....¡Es curioso! Y es que ha llovido mucho desde que se realizara la última investigación en toda regla y esta puede ser la causa de que los medios de información retransmitan lo que comenzó a suceder hace un tiempo y no la realidad que sigue presente en el suelo del número 5.

 

 

 

            Los más prestigiosos investigadores han pasado por la casa de las caras dando fe del extraño acontecimiento al que todos colocaron en el abanico de lo paranormal, todos menos los de siempre, los que niegan por negar, los que sin pruebas se han atrevido a desmentir el suceso que la más vanguardista de las ramas científicas no ha podido explicar. Para unos y para otros las puertas de la casa han estado abiertas. Unos han desarrollado grandes e importantes trabajos pero otros tantos vieron en la casa la excusa perfecta para un reportaje con repercusiones puramente económicas. La ignorancia de muchos que se consideran investigadores de lo paranormal tornaba en actividades como esta: “Venían a mi casa y se ponían a hacer fotos y fotos y videos y entrevistas que luego vendían a quién mejor las pagaba y nunca tuvieron el detalle de darme ni el gasto que hacían de luz en mi casa con sus chismajos conectados a la corriente”. Y razón no le faltaban a estas palabras. María ha demostrado a lo largo de todos estos años, por activa y por pasiva, no buscar fines lucrativos de las maravillas que le acompañaban pero ha sido un duro y largo castigo, un disparo en la barriga que destroza lentamente. Por ello tomó la determinación de no dejar entrar cámaras a su casa, pues ya tenía claro lo que experiencias anteriores le habían demostrado, un mal consejo que alguien le dio tras llenar sus carpetas de documentos visuales y sonoros.

 

 

 

            Las habladurías han descrito a María como una persona enclavada en una casa ya vetusta y solariega, de carácter frío, de mirada recelosa...Otros comentan extrañados el dinero que solicita  para dejar fotografiar las caras de su casa. Pero ¿ustedes qué hubieran hecho si la gran mayoría de personas que pasan por su morada hubieran sacado tajada de esta mientras ustedes observan atónitos una comercialización de la que no forman parte? “...no sólo se conformaban con gastar varios carretes de fotografías que posteriormente vendían  sino que, además, algunos de los pioneros investigadores que vinieron a mi casa arrancaron  el trozo de alguna cara con la excusa de llevar a cabo un análisis exterior y esa cara se quedaba destrozada para que ellos vacilaran ante sus colegas con sus arrogantes comentarios -¡yo tengo un trozo de cara en el comedor de mi casa!”

 

 

 

            María siguió sacando a la luz todo lo que había guardado durante muchos años mientras comentaba con sus ojos cristalinos lo bien que se lleva con todo el mundo. “¿Le da a usted miedo, María?”- le pregunté para saber sobre sus sentimientos hacia las caras 31 años después de que aparecieran- “cada noche tengo miedo y pienso acerca de lo que pudo pasar aquí antiguamente para que unos rostros salgan en mi casa reflejando sufrimiento y dolor, es como si cada cara fuera una extraña protesta de injusticia. Rezo, rezo todas las noches y me doy cuenta de cómo está el mundo, pienso en mi familia y pienso que me tengo que morir”- Es la única pena real que la señora arrastra desde que es consciente de su avanzada edad y de su estado de salud, un temor a marcharse sin que nadie pueda darle un certificado que explique por qué ella y su casa han sido las elegidas...”me iré y las caras vendrán conmigo. ¡El que viva lo verá!”

 

 

 

            Está cayendo la noche y el silencio se apodera de la calle Real. “¡María, vamos a investigar!- le dijimos. A lo que ella contestó “y ¿qué van a hacer ustedes?” Le explicamos con todo lujo de detalles el proceso de investigación que íbamos a poner en marcha, nuevos métodos de trabajo que desarrollaríamos en lo sucesivo. María fingió no sentir alegría por nuestras palabras mientras nos indicaba los rostros nuevos que habían aparecido recientemente. Mientras, comentaba con ánimo deseoso y sonrisa nostálgica “¿vamos a grabar psicofonías?” A nuestra querida anciana le encantan las grabaciones en este sentido ya que, según me comentaba, las psicofonías, contestaban a  cosas sobre las caras, eran voces que hablaban del misterio de su casa. Como la más experimentada en la investigación nos acompañó durante la sesión mientras realizaba preguntas a las voces que nunca antes había realizado. Resultaba sorprendente comprobar la inexplicable relación de María con los susurros arrancados al silencio y al final de cada prueba, de forma impaciente, replicaba “¿han contestao?” Sus preguntas buscaban respuestas concretas, aquellas que la investigación no había podido contestarle: “¿qué tengo yo que ver con las caras?, ¿qué queréis que hagamos con ellas?, ¿cuánto tiempo piensan quedarse?, ¿por qué todas las caras se han movido menos la de “el pelao”, ¿qué quieren decir esas caras?, por favor ¿dime quién eres?...” Preguntas y preguntas realizadas con impaciencia y rapidez como si sintiera que aquella sesión fuese la última que presenciaría en vida y necesitara la solución antes de su marcha a algún lugar desconocido. Se obtuvieron resultados que no mencionaré en este documento ya que lo importante aquí y ahora es hablar de María, nuestra María.

 

 

            Son las 9 de la noche. Es el momento de dejar descansar a la anciana pero ¡qué diablos, sigamos disfrutando de su presencia! María ¡vámonos a cenar fuera! ¡Véngase con nosotros y haga lo que nunca a hecho! ¡Comeremos algo y después bailaremos¡ Una carcajada feliz invadió su faz mientras decía “¡pero si yo no sé bailar, nunca he bailado! A medida que disminuía su sonrisa su rostro retornaba al que encontramos al llegar a la casa exclamando- “¡me gusta cenar aquí! Además tengo que hacer compañía a las caras porque cuando ustedes se marchen ellas seguirán estando aquí, fieles como lo han sido durante 31 años y como yo lo he sido con ellas!

 

 

 

            Estamos en el hostal donde descansaremos hasta mañana. ¡Esta noche creo que dormirá mejor que ayer!- comentamos entre nosotros. “¿Habéis notado el cambio que ha dado cuando hemos comentado que íbamos a realizar una nueva investigación sobre las caras?” Ya recostado sobre el lecho de descanso pensaba en esta última pregunta. María tiene el ánimo muy bajo, no lo grita a viva voz pero siente que sus caras ya no sorprenden como antaño, que nadie serio volvía a investigarlas, que sus caras habían caído en el pozo del olvido. “Mañana, mañana será otro día”.

 

 

 

Domingo 14 de abril, 11:30 de la mañana. Estamos entrando a la casa. ¡María buenos días!- ¡ah! ¿ya están aquí? Era increíble pero cierto, nos estaba aguardando desde hace rato y su cara apagada cambió de forma instantánea manifestando de forma subliminal la alegría de nuestra presencia. Comenzamos a charlar nuevamente acerca de cómo había pasado la noche y otras muchas cosas. A pesar de que el tiempo no acompañaba en demasía algunos curiosos se acercaron a la casa a presenciar los famosos rostros de los que el mundo entero había hablado. “¡Buenos días! ¿podemos ver las caras?- le preguntaban a María. “¡Claro, ahí están!” Los visitantes no mediaban palabra, sin embargo, sin que hubiera pregunta alguna por parte de estos, María les decía: “¡es que estos señores han venido a investigar!” Y esta misma frase la repitió a los 4 o 5 grupos de personas que se acercaron hasta Bélmez. Era evidente, la anciana, quería demostrar a los pocos visitantes que allí acudieron que sus caras seguían despertando el interés de los científicos e investigadores de lo paranormal, que no era cierto que sus caras se habían olvidado, que las caras seguían vivas, algo más débiles, pero al fin y al cabo, vivas, constantes en el tiempo.

 

 

 

            “¿Hoy no grabamos psicofonías?” – nos preguntó al poco tiempo de estar allí. ¡Claro que si!- contestó Pedro. Seguimos con la experimentación hasta la hora de comer. Transcurrido este tiempo retornamos a la casa para pasar las últimas horas de nuestra visita junto a María, esta vez sin instrumental. Todo estaba llegando a su fin y comencé a recordar todo y cuanto había acontecido durante nuestra aventura de investigación. María tampoco deseaba que llegara este momento pero era consciente de que teníamos que marchar y allí se quedaría ella como siempre, fielmente acompañada por aquellos rostros. Después de analizar detenidamente cada uno de los comentarios de la señora, de haber escuchado las desgracias de su vida y de los trágicos acontecimientos que la marcaron, me pregunté si aquellas caras, las caras de Bélmez , podrían ser la verdadera película de su vida y que cada cara fuera la representación tipo fotograma de todas sus angustias y sufrimientos donde no estaríamos hablando de fuerzas que actúan desde regiones desconocidas sino desde el interior de la propia María, una fuerza más que suficiente que, a través de su propio pensamiento diario, se escenifica en la superficie que visualiza desde su ya marcado sillón. Parece que el dolor que las caras representan recuerdan a María cómo ha sido su paso por este mundo para que nunca lo olvide. Nada tendrían que ver los huesos encontrados en el subsuelo de su cocina, ni las supuestas fuerzas del más allá si el fenómeno no hubiese coincidido con la reforma practicada en la iglesia contigua a la casa donde se hallaron los restos mencionados... ¿Quién sabe?

Ahora tengo claro que no pretendo protagonizar la solución del enigma, aunque me encantaría ser quién le demuestre a esta inolvidable señora el origen de las manifestaciones a través de nuestras nuevas e inéditas prácticas.

 

 

            María, hemos de marchar pero no si antes decirle de corazón que lo mejor que me llevo de esta casa y de este caso es su recuerdo” –le dije mientras cogía sus manos y miraba sus ojos entristecidos por nuestra partida. “Eso lo dice usted ahora, mañana se habrá olvidado de esta vieja”- replicó ella. Prometí y Juré que no sería así y que lo primero que haría al llegar a casa sería dedicarle unas líneas en su honor como homenaje a su figura inmortal, algo que antes nunca hice.

 

 

 

            He aquí el reconocimiento escrito que prometí. Que llegue a todos los rincones del mundo, que todo el mundo sepa cómo es María Gómez Cámara, “la de las caras de Bélmez de la Moraleda”, y que todos los que han dicho lo contrario sepan que no han sabido profundizar en su persona, que han buscado fines lucrativos, que han intentado explotar la casa y a su dueña, no importándoles más que unos cuantos dineros que recaudaron con sus fotos y videos conseguidos con bonitas pero falsas  palabras. Algo que siempre dañó a quién ahora contempla desde un recóndito rincón de la casa 31 años de dolor y “soledad”.

 

  

 

                                    A María Gómez Cámara, su más Humilde amigo

 

 

 

                                                                                                            Pedro J. Fernández.

Modificado el ( jueves, 14 de diciembre de 2006 )